05 diciembre, 2008

Breve iii.

... el kabuki, eso si logro entenderlo, porque la mayoría de las veces no sé ni lo que estoy viendo. Vamos, que me daría lo mismo estar en una conferencia sobre Biogenética del mejillón. No pillo ni la mitad. Estuve viendo con Qi Ling, el de la hermana que le tiré los tejos, la representación “Kanadehon Chusingura” donde se narra el incidente de los 47 samuráis y a día de hoy todavía no sé cual de aquellos tres engendros pintados de blanco representaba a los 47 samuráis. Debe ser cosa del idioma. Mi japonés es muy limitado: Sayonara baby, konichiguá, sushi y para de contar. Y claro, el repertorio da muy poco juego. A mí los idiomas nunca se me han dado demasiado bien. Me estuve comprando una temporada el Follow me porque me quería ir a Londres a trabajar de camarero pero al final lo dejé. Solo aprendí a desearle los buenos días a un tal Francis Macius. Saber idiomas está bien. Conocí a un tío que desde los tres años hablaba a la perfección doce idiomas. No veas que pasada. Le pregunté: si conoces tantos idiomas ¿en qué piensas? ¿Yo? En follar, como todos, me dijo. Al final hice de camarero, pero no en Londres, en Palafrugell. La vida en los pueblos es muy tranquila. Tiene sus limitaciones pero se vive mejor que en la ciudad. Donde vas a parar. Aunque claro, cada año es igual al anterior. Ahí, con sus 365días. He estado pensando en ello y me he dado cuenta que 365 es igual a 102 + 112 + 122 = 132 + 142. Es asombroso.

Continuará.