07 octubre, 2008

Correspondencia.

Abadía de Santo Tomás.
Carretera de Brünn, Km 12,5.
Moravia 08035
Brünn. A 7 de abril de 1861

Estimado Gregor:

Me dirijo a usted, hijo mío, ya no en calidad de padre superior sino como un humilde servidor de Cristo, para transmitirle un ruego en nombre de todo el personal que habita en nuestra congregación.
Por supuesto, no es necesario aclarar que estamos completamente de acuerdo con usted cuando afirma que, si se cruzan dos individuos de raza pura, los híbridos resultantes son todos iguales entre sí. No objetamos absolutamente nada cuando usted asegura que ciertos individuos son capaces de transmitir un carácter aunque en ellos no se manifieste. E incluso llegamos a compartir otras cosas que no acabamos de comprender sobre transmisiones independientes y cruces polihíbridos entre individuos.
Pero hijo mío, todos esos individuos ¿han de ser forzosamente guisantes? ¿Se ha dado cuenta usted que llevamos sufriendo una dieta de guisantes desde aquel lejano día de 1842 en que usted comenzara sus apasionantes estudios? ¿Un suculento cordero no transmitirá sus caracteres con la misma alegría que lo hace un guisante? ¿Y un cruce entre un par de sabrosas lubinas de pura raza no darán como resultado pequeñas y puras lubinas al horno o a la Vasca?
No sé si habrá reparado en las caras pálidas y macilentas de nuestros sacerdotes. O en las carreras matinales hacia el lavabo de los frailes de más edad. Piense usted, bien amado Mendel, que Dios no creó nuestros esfínteres para un trabajo tan arduo.
En fin pues, rogando tenga a consideración la posibilidad de cambiar de objeto de estudio (he oído que alguien en el sur de Europa está trabajando con la genética del cerdo con maravillosos y deliciosos resultados) me despido de usted deseándole el mayor de los éxitos en su trabajo.

Suyo afectísimo:
Wolfang Splack.
Rector Superior General de la Orden de Padres Agustinos de Santo Tomás.