Aquel día el gran jefe N’Pa ho (en navajo “Águila voladora que observa con interés la puesta de Sol desde la montaña más alta de la zona pero que no lo comenta con nadie no fuera a darse el caso de que se ofendiesen”) descubrió que intentar dialogar con un oso hambriento, explicándole que todos los seres vivos somos hermanos, hijos de la madre Naturaleza, no sirve absolutamente para nada.
Manitú lo tenga en su gloria.