23 abril, 2007

Pues ya podría ser, ya.

No entiendo por que mi sentido arácnido no me alertó de la presencia de aquel individuo que, con clara agresividad, me pedía la cartera. Tampoco sé por que, al oprimir con el dedo anular la palma de mi mano, no proyecté sobre el tipo un certero chorro de fluido arácnido. Como única solución sólo me quedó trepar por la pared del edificio que tenía a mi lado y, una vez en el tejado, huir de forma humillante. Por algún motivo desconocido mi adherencia arácnida no actuó con la eficiencia requerida, de manera que, cuando apenas llevaba recorrido un palmo de pared, fui a dar con mi espalda en la acera, dislocándome varias vértebras lumbares.

Y es que me está pareciendo que yo no soy el hombre araña.