02 febrero, 2007

Casos reales

Uno de los casos más apasionantes en los que he tenido el placer de colaborar fue el de Gerardo Loewenthal, un joven argentino que presentaba una fuerte incapacidad para pronunciar la palabra empírico en presencia de personas ataviadas con kilt.

Como en aquel momento acababa de ver Alguien voló sobre el nido del cuco pensé que la mejor opción sería someter al paciente a un tratamiento de choque. Para ello requerí la colaboración de los Celtics de Glasgow vestidos con su folclórico uniforme de gala. Durante doce horas estuvimos hablando sobre el alma, Dios, metafísica, pintura anti-humedad para exteriores, Hume y la atracción enfermiza que sentía Francis Bacon por el bacalao. Cada vez que el tema se acercaba demasiado al empirismo, Gerardo adoptaba un comportamiento nervioso, la voz se le entrecortaba mientras se agitaba espasmódicamente sobre su silla. El momento más tenso lo provocó Tomy Mcflaguerty, capitán de los Celtics, cuando, dirigiéndose inquisitoriamente a Gerardo y ajustando los pliegues de su faldita, le preguntó:


- Entonces ¿crees que para conocer las funciones del mando a distancia de mi televisor debería consultar el libro de instrucciones?
- Bueno, eeemmmm no necesariamente, es decir, quizás podrías, a través de la experiencia, o sea de una manera empí...

Llegado a este punto, Gerardo, con el rostro rojo de vergüenza, saltó enérgicamente encima de la mesa introduciendo la cabeza en una caja de Choco-Krispis de Kellogs de la que se negó a salir durante un par de horas. Durante ese tiempo los asistentes a tan patética escena entonamos viejas canciones de Woody Guthrie, lo que causó la cura total de Gerardo.


Hoy en día podemos decir con orgullo que, gracias a nuestra terapia, Gerardo lleva una vida completamente normal. Si no tenemos en cuenta su afición por el coleccionismo de cerumen del oído.