Cuentan que un día, antes de que
los animales tuvieran nombre, se encontraba un elefante pastando placidamente a
las afueras de Jalalpur, cuando se le acercó un elefante. Era un elefante
distinto al primero, quiero decir que, aunque se parecían bastante, eran
elefantes distintos. Cada uno tenía su cuerpo.
El elefante (el que acababa de
llegar) se quedó mirando extrañado al elefante (al otro, al que ya estaba allí,
a las afueras de Jalalpur) puesto que este miraba fijamente un punto lejano, en
el cielo.
El elefante (el que miraba
extrañado al elefante) (al otro elefante) miró en la misma dirección que el
elefante (el que… ¡Oh, mierda, esto no hay quien lo entienda! Bueno, la cosa
fue más o menos así: